La novela revelación de 2011 en España «El bolígrafo de gel verde es el retrato detallado, minucioso, magnifico y angustioso de cómo perder el tiempo y, en consecuencia, perder la vida».



Superficies de vida
Casa: 89 m2
Ascensor: 3 m2
Garaje: 8 m2
Empresa: la sala, unos 80 m2
Restaurante: 50 m2
Cafetería: 30 m2
Casa de los padres de Rebe: 90 m2
Casa de mis padres: 95 m2
Total: 445 m2



¿Puede alguien vivir en 445 m2 durante el resto de su vida?
Seguramente sí, seguramente usted conoce a mucha gente así. Personas que se desplazan por una celda sin estar presas; que se levantan cada día sabiendo que todo va a ser igual que ayer, igual que mañana; personas que a pesar de estar vivas se sienten muertas.

Ésta es la historia de un hombre que fue capaz de hacer realidad lo que cada noche imaginaba bajo las sábanas: empezarlo todo de nuevo. Lo hizo, pero pagó un precio demasiado alto.

Pero si de verdad usted quiere saber cuál es el argumento de esta novela, mire su muñeca izquierda; ahí está todo.

Esta novela no ha sido galardonada con ningún premio literario conocido; ni siquiera con uno desconocido.

El autor: Eloy Moreno







Aquí debería escribir mi fecha y lugar de nacimiento, mi historial literario y una pequeña biografía.

Creo que no es necesario. Para mí, lo importante es haber conseguido que esta novela salga a la luz. Lo demás es secundario. Espero que la disfruten.

Estaré encantado de que me hagan llegar cualquier comentario sobre la novela. Pueden hacerlo a través de:

www.elboligrafodegelverde.com
http://www.facebook.com/pages/El-Boligrafo-de-Gel-Verde/147066831988439

***************************************

La historia que contó el autor sobre los avatares del libro.


Una pequeña historia
Eloy Moreno



La mayoría de las veces uno ignora el desencadenante de una acción, la causa-origen que produce un resultado determinado; pero en este caso, en el caso de El bolígrafo de gel verde, recuerdo perfectamente la chispa que lo generó todo.

Siempre me he considerado un lector heterogéneo: leo novela policíaca, de terror, best sellers y libros que apenas se conocen; leo también ensayo, novela histórica e incluso novela romántica. Pero lo que nunca había hecho era leer un libro premiado; ignoro las razones.

El caso es que uno de esos días en los que uno entra en una librería buscando algo sin saber muy bien qué, me topé con una novela galardonada con uno de los premios literarios más importantes. Me acerqué a ella con pocas expectativas, la cogí, le di la vuelta, eché un vistazo a la contraportada e hice lo mismo que todos solemos hacer cuando curioseamos un libro: lo abrí y pasé con la mano unas cuantas páginas. Supongo que lo hacemos para asegurarnos de que, al menos, hay algo escrito. En realidad, no me convenció demasiado, pero, al fin y al cabo, a ese escritor le habían dado un buen premio en metálico, así que la novela debía valer la pena. La pagué y me la llevé.

Lo primero que hice nada más llegar a casa fue comenzar a leerla. Las primeras diez páginas me introdujeron en una narrativa espesa; rica en palabras, pero espesa. Y así, cada minuto —al tiempo, cada hora—, las páginas iban avanzando lentas, demasiado lentas. Las hojas pasaban, pero la historia no conseguía llegar a ningún sitio. Aun así, antes de caer dormido, llegué hasta la página cincuenta.

Al día siguiente ocurrió lo mismo: por más que leía, no conseguía engancharme a la historia. Así que, después de varios días, llegué a la conclusión de que el problema no era del libro, sino mío. Aquello era, quizás, una literatura fuera de mi alcance.

Los días se sucedieron, y yo cada noche insistía. Albergué durante algún tiempo la esperanza de que, en algún momento, la historia cambiase y descubriera alguna genialidad digna del valor de la novela. Leí dos o tres libros más y era incapaz de acabar lo que se había convertido ya en una cuestión personal. Finalmente, no recuerdo el día, lo acabé. Lo acabé sabiendo que era el libro más aburrido que había leído en toda mi vida.

Era lo que yo suelo llamar un libro vacuna: son capaces de erradicar de golpe la enfermedad de la lectura. Si caen en manos de una persona no iniciada, consiguen que pierda de por vida el interés por los libros.

Estuve varios días pensando en aquello. ¿En qué había fallado para que no consiguiera conectar en ningún momento con el lector, en este caso conmigo? Aquel libro no había llegado a tocar ninguno de los hilos que llevamos en el interior de esta carcasa llamada cuerpo, la novela no me había hecho llorar, ni reír, ni sentir rabia, ni miedo... Es decir, no había sentido absolutamente nada al leerlo.

Rebusqué en el baúl que tenemos por cabeza los mejores momentos que he pasado con un libro. De pronto, comencé a revivir sentimientos de soledad, de emoción, de simpatía... adosados a cada una de las novelas que tengo en el estante más alto de mi pequeña librería. Me di cuenta de que aquellas obras eran sensaciones convertidas en papel, pequeños cofres repletos de recuerdos. Aquellos libros formaban ya parte de mi vida.

Y así, tras aquel fiasco, un día de 2006 me senté frente al ordenador con una idea fija en la cabeza: escribir una historia del día a día, una historia que fuese capaz de penetrar más allá de la mirada de un lector, más allá del simple paso de las páginas, una historia capaz de permanecer en el recuerdo. Deseaba escribir la novela que a mí me habría gustado leer.

Invertí más de dos años en la labor, miles de horas —sobre todo nocturnas— inventando personajes, capturando pedazos de realidad, creando situaciones cotidianas pero escondidas, sentimientos comunes pero disimulados; en resumen, invertí una pequeña parte de mi vida en crear otras vidas.

A finales de 2008 la terminé, decidí que ya no necesitaba más correcciones, más retoques... Esa misma noche, la última de creación, encendí nervioso el ordenador para comunicárselo. Pulsé sobre el archivo y lo abrí, y allí apareció, a pantalla completa. Me quedé mirándola, pasando páginas sin leerlas, hasta que llegué a la última frase, a la última palabra. «Estás perfecta», le dije. Al cabo de unos minutos, me hizo una pregunta para la que yo no tenía respuesta: «¿Y ahora qué?».

«¿Y ahora qué…?». Había estado tan inmerso en su creación que no me había planteado qué haría después con ella, qué haríamos. No había pensado en su existencia más allá de su nacimiento; no había pensado que entre sus planes estaba no quedarse en Nunca Jamás para siempre.

Durante varias semanas, cada noche, después de cenar, me acercaba al ordenador, lo encendía y la miraba; nos mirábamos, cada uno en una orilla. Después de dos años, ella había conseguido completar y yo, en cambio, me había quedado vacío. Me di cuenta de lo más importante: una novela nace para ser leída.

Me encontré con una situación difícil: por una parte, quería enviarla a diferentes editoriales para que la valoraran; pero, por otra, no quería hacerla pasar por rechazos, por indiferencia, por días, semanas y meses de angustia pensando en si habían llegado a leer su alma o habían abandonado su cuerpo en el fondo de una papelera. No quería comenzar a enviar copias y tener que inventar cualquier excusa ante un rechazo. Otra opción era pagar por su publicación. Hay editoriales en las que si uno mismo sufraga parte de los gastos, publican su novela. Pero sé que esto habría herido su autoestima, habría sido demasiado humillante.


Al final opté por editarla yo mismo. Y así fue como ella y yo, mi obra y su autor, comenzamos el camino juntos. Trabajamos de nuevo durante meses, buscando el mejor formato, la mejor tipografía, una cubierta… Y una buena imprenta para dotarle de una piel de papel.

Ahora ya sólo faltaba distribuirla. Podría haber contratado los servicios de una empresa, pero finalmente decidí ser yo quien la acompañara a todas partes. Admito que al principio fue difícil, en algunas librerías ni siquiera nos recibieron: «No van ustedes por el canal adecuado», nos decían. Y en las que lo hacían, tampoco nos tomaban muy en serio, pues dejaban los ejemplares en lugares demasiado escondidos.

Decidí ayudarla un poco más —un libro abandonado tiende a hacerse invisible en muy poco tiempo—. Así que durante muchos días y durante muchas horas estuve de pie en la puerta de las librerías, repartiendo marcapáginas y hablando uno a uno con todos los posibles lectores. La situación fue mejorando poco a poco. Y con el aumento de ventas, comenzaron a tratarla con respeto, incluso con cariño, que era más importante. Cada vez estaba más visible, en mejores estanterías y junto a mejores novelas. ¡Llegó a estar al lado de Saramago!


Tuve también mucha ayuda: mi padre se encargaba de recoger los paquetes de libros que iban llegando de la imprenta, y me los llevaba a la librería en la que estaba de promoción y mi madre ejerció un papel más sentimental. Llevaba siempre un ejemplar en el bolso y lo enseñaba siempre que podía (pescaderías, mercados y fruterías fueron sólo algunos de los establecimientos por los que pasó).


Al cabo de unos meses creé una página web para que los lectores pudieran expresar sus críticas sobre la novela. Fue genial: más de cien opiniones en tres meses y todas favorables. Creo que a mi novela se le subió el ego…

Intenté llevarla a lugares más grandes, más importantes, como El Corte Inglés, FNAC, etcétera. En la mayoría me respondieron con negativas: «No va por los cauces adecuados», me decían. Pero no cejé en mi empeño y al final conseguí que se pudiera vender en estos establecimientos y promocionarla yo mismo.

Poco a poco, ciudad a ciudad y librería a librería, fuimos creando el TOUR 2010, que consiste en coger el coche, llenar una maleta con decenas de ejemplares e ir dando a conocer la novela.

Finalmente conseguí ponerla a la venta en La Casa del Libro de Castellón. Inmediatamente lo comuniqué en Facebook y cientos de personas escribieron una opinión sobre el libro en la web www.casadellibro.com. Consecuencias: gracias a todas esas opiniones la novela se situó como la segunda más valorada. Quizás, gracias a eso, la novela llegó a Espasa.

Y así, un día comenzó la segunda vida de mi novela. Una llamada de teléfono a mi lugar de trabajo, un agradable día en Madrid, una comida con mis futuras editoras, una buena conversación sobre libros…

Gracias.

P.D.: Tras varios meses de TOUR me quedo, de por vida, con una experiencia que me ha aportado amigos en muchas ciudades, compañeros de aventura en ferias, lectores que simplemente venían a saludarme, personas que me han contado sus pequeñas o grandes historias mientras hablábamos de libros, cientos de fotografías y millones de recuerdos. Y, sobre todo, me he dado cuenta de que, a veces, los molinos no son tan grandes como los vemos.

*************

La historia que contó la editora de Espasa sobre los avatares del libro.



Una gran historia
Departamento de Narrativa de Espasa


El trabajo de editor tiene dos momentos especialmente buenos: uno ocurre en la intimidad, cuando estás en casa y te das cuenta de que el manuscrito que estás leyendo tiene ese algo que hace que te resulte imposible soltarlo. Pocas veces se llega a ese punto de no retorno y, cuando se consigue, es definitivo. El editor entra en una especie de trance y a partir de ese momento todos sus esfuerzos se encaminan a ver esa novela publicada. El siguiente momento, lógicamente, es el de conocer al autor.

Los dos momentos especialmente malos son un espejo de éstos: comprobar que la novela no funciona. Y decírselo al autor.

Después de varios años trabajando en el mundo editorial, muchos recuerdos están asociados a estas situaciones. Ese manuscrito que cayó en tus manos después de dar vueltas por todas las editoriales sin que nadie lo quisiera. Esa historia fascinante que te contó un autor y que, casi página a página, has visto convertirse en un libro. Esa pila de manuscritos que llega cada día (ahora por email) y de la que de vez en cuando emerge una novela inolvidable. Ese original por el que se pelean media docena de editores y que al final cae en tus manos... Y esos otros que no pudiste conseguir a pesar de haber ido a por ellos a muerte... O los que tú desdeñaste y dieron fama y fortuna a algún editor de la competencia. Todas estas situaciones son muy parecidas a las historias románticas.

Lo que nos ocurrió con Eloy fue como acertar en la primera cita. Un día, brujuleando por Internet, descubrimos un montón de críticas apasionadas de una misteriosa novela titulada El bolígrafo de gel verde. Su lectura no dejaba a nadie indiferente y los lectores hablaban con verdadero entusiasmo de la historia. A medida que fuimos investigando averiguamos que el autor, Eloy Moreno, pasando de editores y de agentes, había publicado él mismo su libro y nos encantó su iniciativa y su aventura. No paramos hasta conseguir un ejemplar, lo cual tuvo su dificultad, porque la distribución también corría a cargo de Eloy. Cuando nos llegó, nos sumergimos en su lectura. Primero, nosotras. Y después la editorial en pleno. Todos pasamos a hacernos del —a esas alturas nada pequeño— club de lectores de El bolígrafo de gel verde.

Decidimos que teníamos que hablar con el autor. Nos estaba ocurriendo justo lo contrario a lo que suele suceder en el mundo editorial: éramos nosotras, las editoras, las que necesitábamos contactar con el escritor para hablar de un libro que éste ni siquiera nos había enviado. Averiguamos que trabajaba en el Ayuntamiento de Castellón, conseguimos el teléfono en la página web del consistorio y, sin más preámbulos, le llamamos. Nos hubiera gustado ver por un agujerito cómo reaccionó Eloy cuando, en su puesto de trabajo, alguien del Ayuntamiento le pasó la llamada con el siguiente recado: «Eloy, te llama la directora general de la editorial Espasa».

Desde ahí todo el camino fue rodado: un flechazo a primera vista. A una agradabilísima conversación telefónica le siguió un viaje a Madrid al cabo de pocos días. Conocimos a Eloy, pasamos un día estupendo hablando de su libro, de su aventura, de su vida, de otros libros, de otras lecturas. Y le propusimos que nos dejara publicar su novela. Queríamos que, con nuestra distribución editorial, el libro se moviera por todas partes, que llegara hasta el último rincón de España, a todos los lectores posibles. Y nos dio el sí.

Trabajar con Eloy ha sido una de las tareas más satisfactorias que hemos llevado a cabo, ha sido nuestra gran aventura. Cuando, finalmente, tuvimos ante nosotras nuestro ejemplar de
El bolígrafo de gel verde, nos sentimos absolutamente encantadas. Hemos transmitido nuestro entusiasmo por esta novela a todos los que integramos Espasa. Y ahora el libro inicia una nueva y esperamos que larga y fructífera vida. Estamos seguras de que hallará numerosísimos lectores que encontrarán en sus páginas ese algo que hace que un libro sea imposible de soltar.

Por cierto, Eloy, ese algo es precisamente de lo que te has valido para vencer a molinos y gigantes. Enhorabuena y gracias por todo.

Los lectores han dicho…



Debo decirte que has conseguido emocionarme como hacía tiempo que no lo conseguía ningún libro. He sentido cada una de las emociones del protagonista; he llorado cuando él lo hacía, he sentido rabia y he sentido impotencia también. Leer esta novela es como darse un paseo por los sentimientos y por las debilidades humanas.

Es un libro profundo. Me ha sabido amargo, real, a puro sentimiento… Yo tan sólo añadiría que me has llegado a transmitir la sensación de vértigo cuando debajo de ti no queda nada.

Muchas veces a lo largo de mi ya larga vida me han recomendado leer un libro, pero pocas veces he agradecido tanto la recomendación como esta vez. Con tu libro me ha ocurrido algo excepcional: cada página que leía me parecía una pena porque me quedaba menos por leer. Durante el fin de semana que me la leí viví en los lugares donde transcurre la novela.

Hacía tiempo que no lloraba con una novela, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de cada página como he disfrutado ahora. Te apalea la conciencia, te hace poner el pause y mirar a tu alrededor…

Creo que conocía a todos y cada uno de los personajes. Me vi a mí misma. Las horas perdidas. El mismo café de cafetera corporativa. El olor a fotocopiadora. El vacío de hacer siempre lo mismo. Podría decir que yo también trabajé ahí. El bolígrafo de gel verde es el retrato minucioso, detallado, angustioso y magnífico de cómo perder el tiempo y, en consecuencia, perder la vida.

Comentarios

Entradas populares